NUESTROS QUERIDOS PENES




Mis queridas lectoras y mis queridos lectores ya saben que muchas de las cosas que publico en este Blog suelo comentarlas previamente con mi sabio amigo Fidelio, que aunque pocas veces coincide con mis ideas y planteamientos me es muy útil, al menos, para cuestionarme todo antes de hacerlo llegar a vosotras y vosotros.

Y digo esto porque este artículo ha tenido que pasar una acérrima crítica por su parte tanto en el hecho de publicarlo como en sus imágenes y contenido. Pero es que  -¡¡qué le vamos a hacer!!- es un poco cascarrabias y demasiado prudente en sus actos, aunque muy valiente y avanzado en sus ideas; por eso, yo me he ratificado en la conveniencia de este artículo.

Todo surgió a propósito de unos comentarios que hicimos sobre un libro en formato PDF que me había llegado por internet. Este libro trata de la “Disfunción eréctil” y le comentaba a Fidelio que me gustaba tanto por su ameno y didáctico contenido como por su construcción y facilidad de lectura y manejo; y seguimos hablando del libro bajo una cierta perspectiva “del problema”  de la disfunción eréctil 

Con las ideas que me surgieron de tan amena conversación con Fidelio, sentí que deseaba reforzar algunas de las ideas del libro y añadir algunas facetas que desde mi perspectiva no estaban suficientemente tratadas, y me puse a escribir sobre el tema.

En principio el artículo lo iba a denominar “Disfunción eréctil”, o “Problemas de la disfunción eréctil” porque en el fondo voy a hablar de esto, pero cuando Fidelio me soltó la frase de que “eso es un problema de los hombres y no interesa a las mujeres, me di cuenta exactamente de por dónde debía ir el enfoque del artículo, en base a estas cinco palabras: disfunción eréctil; problema; hombre; mujer; pareja. Es decir: voy a tratar de exponer una serie de consideraciones sobre la “situación de problema” que puede darse en una pareja por efecto de una disfunción eréctil. Y cuando hablo de “pareja” me voy a referir exclusivamente a pareja heterosexual, pues aunque algunas de las consideraciones que aquí voy a exponer podrían ser aplicables también a parejas gays, creo que por amplitud de colectivo principalmente afectado y por simplificación del artículo, puedo concederme esta limitación de planteamiento


Así que lo primero de todo sería plantearnos qué entendemos por  “disfunción eréctil de pene” en una relación de pareja. En estas tres palabras hay dos claras por puro significado etimológico: hablamos del pene y hablamos de su posición de erección o flacidez. Es decir: el “problema” es que el pene  "no funciona” con la tensión o erección que “debiera”. Pero aquí ya hemos introducido otros dos conceptos ya no tan evidentes: ¿cuál es la función o funcionalidad que “se espera” de un pene erecto?, y  ¿podemos realmente usar el concepto de “debiera”, o  “funcionalidad debida” a la erección del pene? Vamos a hablar de esto.


¿Cuál es la función esperable o atribuible a un pene erecto?. Podemos hablar de dos: propiciar el conducto y tensión necesaria para que el esperma y espermatozoides del hombre alcancen adecuadamente el útero de la mujer y pueda producirse la fecundación; o simplemente el propiciar el placer sexual que pueda producirle a la pareja penetrar y ser penetrada por dicho miembro.

Vamos a comentar algo respecto al primer objetivo, la fecundación. Podemos pensar que en este ámbito es donde se puede producir con más claridad esa “situación de problema” que planteábamos, ya que si efectivamente la pareja se encuentra con una falta de erección suficiente para lograr la adecuada inseminación, su objetivo de fecundación no se lograría.

Luego me detendré y profundizaré más sobre causas y remedios de la disfunción eréctil. Pero ahora lo que quiero resaltar es que si existe realmente esa situación de problema, lo que hay que hacer es simplemente “resolverla”; y para resolverla (-perdonadme mi libertad de planteamiento-)  no hay que “enfocarse” en lograr la erección del pene, (que por supuesto muchas veces se trata de lograr con las famosas pastillitas azules, de las que hablaré más adelante en este artículo como ¿solución?, y sus posibles alternativas),  sino en la “fecundación”, objetivo que se puede lograr por sistemas de inseminación in vitro y otros.
No olvidemos, a este respecto, que los “problemas de pareja” derivados de la falta de adecuadas características de fertilidad en la mujer, o en el hombre, son mucho más frecuentes y profundos que los de falta de erección. Pero éste es otro tema


La segunda perspectiva problemática de “disfunción” es la de la insuficiente satisfacción sexual por escasa o insuficiente penetración (que podría darse en todo tipo de parejas). Y he querido utilizar esta terminología para enfatizar los aspectos que considero realmente relevantes en estos casos. Como podéis observar, estoy expresando dos disfuncionalidades: la dificultad o incapacidad de penetración, y la insuficiencia de permanencia en erección; y, respecto a este último caso, dejo aparte el tema de la eyaculación precoz pues quiero considerarlo como asunto distinto al que estoy planteando en este artículo

Como no soy médico, ni quiero dármelas de erudito en estos temas, sino que lo único que pretendo es que este artículo sirva de reflexión a las lectoras y lectores de este Blog para la posible mejora de sus relaciones sexuales, mis planteamientos se basan en que creo que ambos casos pueden tener una razón real física a tratar por los especialistas pero también pueden tener explicaciones psicológicas o mentales que deben ser analizadas y tratadas en el ámbito en que realmente se dé el problema 

Y si admitimos que realmente podemos encontrarnos en una situación problemática, podemos preguntarnos “pero ¿de quién es el problema?, ¿sólo del hombre?, ¿de la mujer? o de ambos como pareja?”. Dicho con otras palabras: el problema ¿reside sólo en la cabeza y estado de ánimo del hombre, o en el grado de satisfacción de las relaciones habituales entre hombre y mujer?. Y planteo estas preguntas porque creo que las respuestas que pueden dar, o debieran dar, cada miembro de la pareja pueden ser muy diferentes según dónde se focalice el problema. Si se focaliza exclusivamente en el hombre (y bien sea el problema realmente físico, o meramente psicológico, como luego comentaré) su solución dependerá exclusivamente de él y el posible “problema de pareja” puede ser que continúe incluso aumentando con el paso del tiempo; mientras que si la pareja entiende que “tienen” un problema común, su resolución será muchísimo más fácil y definitiva en el tiempo.

Y a este respecto os voy a contar una anécdota real que en gran medida me hizo escribir este artículo: Una pareja de amigos míos, con los que tengo una gran confianza, me comentaban “sus” problemas de disfunción eréctil “de él” de la siguiente forma: Su problema no era de disfunción previa sino que “se le bajaba muy pronto”; pues bien, ella me hablaba siempre del “problema de él”, pero él me hablaba siempre de que “con otras no me pasa”. Esto es una realidad que cuando se da en una pareja hay que plantearlo y afrontarlo de la forma adecuada. No se debe ignorar cuál es el verdadero problema de esa relación. 

En los trabajos de talleres de sexología en los que he participado a lo largo de mi vida, he comprobado cómo “todo” lo que sucede en el plano sexual en una pareja es el mejor ejemplo de la “interacción continua” que se produce entre las personas en todo tipo de relación. Las máquinas, las fórmulas matemáticas, y cualquier otro tipo de relación no humana que imaginemos, producirán siempre igual efecto según las variables y elementos que se utilicen o combinen; pero en las relaciones humanas, y mucho más -sin duda alguna- en las relaciones sexuales los efectos que se van generando son continuamente influidos por las sensaciones, sentimientos y actitudes de cada parte. Por tanto, las parejas deben ser absolutamente sinceras consigo mismas para no negarse ciertas dificultades que pueden generar entre ellos atribuyéndolas a características, o “esencias”, de una de las partes.

Lo que he dicho anteriormente creo que es importante para no atribuir, o crear, una disfunción eréctil donde pudiera no haberla. Pero vamos a volver a una situación en que habitualmente sí se produzca realmente esa disfunción. ¿Cómo debiéramos centrar y resolver el problema? Si lo centramos exclusivamente en “la culpa es de quien padece la falta de erección” no encontraríamos más solución que reconducir la misma a base de soluciones químicas, …o naturales, de las que luego hablaré. Pero si admitimos el problema “en la pareja en común”, además de lo anterior está en nuestras manos todo tipo de artilugios de excitación y penetración que, de común acuerdo, pueden solucionar de forma efectiva esa “falta de satisfacción de penetración”; insatisfacción que hay que admitir pueda darse (y de hecho se da), pero que debiera solucionarse a nivel pareja con otras de las miles de forma de satisfacción amorosa que existen, y no “hacer” de esta situación un problema.


En este sentido, uno de los aspectos que más deben conocer, comprender y adaptar las parejas es el “tempo” de cada uno de ellos. Es muy común atribuir “a los hombres” (así, en general) que sólo piensan en su propio placer y que no se preocupan, ni se ocupan, en absoluto del tempo de excitación y placer de la mujer. Pero esto es tan cierto en un sentido como en el otro. Cada hombre también tiene su propio “tempo”; y así como si una mujer suele ser injustamente “acusada”  de  “frígida” si su pareja opina que no se excita “cuando él cree” que debiera hacerlo, igualmente de injusto  -y peligroso para la relación de pareja- puede resultar cuando la mujer atribuye a su pareja que “está acabado”, que ya  “no se pone” 



Esto me da pié a entrar ahora a hablar sobre la disfunción eréctil como “problema psicológico y que  -en mi opinión-  respondería a la idea de “estoy fallando como hombre”, que inmediatamente contrapongo a otra formulación de pregunta ¿cómo “hombre” o como “macho”?;  porque quizás sí sea más o menos correcto asimilar una función de macho a un pene erecto y poderoso, pero ¿es eso lo que realmente identifica a un hombre?;  ¿es normal que un hombre se sienta tan mal por no tener una adecuada erección?. Y cuando estaba pensando en este aspecto para escribir el artículo me preguntaba si un hombre que viviera en solitario, sin relación alguna, sufriría alguna vez esta sensación de “no hombría” si no lograra una erección ni siquiera masturbándose?. Por supuesto no lo sé, ni tengo datos al respecto, pero yo creo que no, que no sentiría esa sensación de frustración, por tanto el problema surge cuando ese tipo de hombres “creen” que deben comportarse ante las “hembras” de una determinada forma “machista”, poderosa y dominante. 

Por tanto, la solución a esta “disfunción” no está tanto en el plano físico sino probablemente en el psicológico y educacional desde jóvenes, tanto a hombres como a mujeres. Todas las personas, incluso los mejores profesionales, escritores, cantantes, futbolistas, etc… tienen días, e incluso épocas, de menor rendimiento e incluso de éxitos mínimos; pero no están “acabados” hasta que no se dicen a sí mismos que lo están y que ya no sirven para eso. Una situación de disfunción eréctil se puede dar en cualquier momento y circunstancia (incluso por simple cansancio, exceso de alcohol, o preocupación por algo importante), pero sólo  “se convierte en problema” cuando la identificamos con nuestra esencia, cuando nos decimos: “soy” impotente, ya no valgo como hombre.


Como ya dije al principio, lo que me ha llevado a escribir este artículo era el deseo de “completar” el contenido del libro al que me referí con algunos aspectos que consideraba no estaban contemplados del todo en el mismo. Yo tampoco voy a entrar en los aspectos de auténticos problemas y anormalidades físicas en los penes, que deben ser tratados exclusivamente por métodos y especialistas clínicos al respecto; pero sí quiero comentar otro aspecto de la cuestión que es a la vez causa y solución en la disfunción eréctil: El poder mental. Veamos

En un plano absolutamente físico la erección fálica requiere dos elementos imprescindibles: una aportación determinada de sangre y una respuesta muscular adecuada del órgano. A lograr estos efectos, directos y exclusivos, se dirigen las pastillas al efecto y otros sistemas mecánicos. Pero ¿por qué movemos los brazos y las manos de una determinada forma para manejar los cubiertos?, o ¿por qué movemos las piernas de una determinada forma para pedalear?, etc… porque nuestro cerebro les manda a todos los centros neurálgicos implicados las instrucciones adecuadas al efecto. Pues en la relación sexual y en la excitación, o no excitación, pasa exactamente lo mismo: la respuesta de nuestros órganos sexuales va a estar siempre muy condicionada por los mensajes mentales que construyamos. La “imaginación” es un motor increíble de excitación sexual; y la vivencia de “una rutina no deseada” el mejor antídoto a la misma; así como los pensamientos distorsionantes de “yo no puedo”, “no voy a ser capaz”, etc…


El libro al que me he venido refiriendo en todo momento  tiene más del 50% de su contenido dedicado a las soluciones naturales al problema de la disfunción eréctil, tanto en cuanto a una descripción detallada de productos adecuados para ello, como de una amplísima gama de recetas de comidas y cenas al respecto. De verdad que os lo aconsejo. Pero además de todo ello creo que son imprescindibles otros aspectos de  “una vida sana” como beber mucha agua, hacer ejercicio, tomar mucho aire limpio, evitar el estrés, dormir suficientemente, y… ¡¡¡sobre todo!!! divertirse con el sexo. 

La “función” procreativa es una cosa; la placentera otra. La edad, enfermedades, medicamentos, problemas familiares o financieros serios, etc…pueden ser causas reales de insuficiente erección; pero lo que siempre estará en nuestra mano es prevenirla con una vida sana, con una adecuada alimentación, y sin crearnos fantasmas mentales.  La fecundación se puede obtener de otras formas. El placer sexual, incluso de penetración, también dispone de otras alternativas. El cariño y el amor nada debieran de temer por este tema. Quizás el único y verdadero problema no esté nada más que en el temor a no ser suficiente  “macho”; …y esto no es un problema; …es  “una pena”,  por no emplear otro calificativo más peyorativo.

Espero queridas amigas y amigos que este artículo os haya sido útil. El libro al que me he referido os lo recomiendo de corazón. No es un tratado científico plúmbeo (aunque tenga 125 páginas) sino que es sencillo, ameno y realmente aporta ideas muy útiles y sabrosas. Para todos los que me lo solicitéis a través de este email os lo mandaré (absolutamente gratis por supuesto) en formato PDF. Espero que os guste









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