No me siento igual de cómodo escribiendo algo que me
incumba personalmente como si escribo de los demás, o de puros sucesos ajenos a
mi persona; pero también es cierto que cuando se escribe, se piensa, o se comentan
cosas, situaciones, o pensamientos y sentimientos propios, lo que se puede
decir, lo que podemos expresar, puede ser -sin duda- mucho más intenso, y
“verdadero” de si elucubramos sobre lo exterior a nosotros
Así que voy a comentar con vosotros una serie de dudas,
pensamientos, opiniones, críticas y defensas que surgieron en una de mis
habituales reuniones con Fidelio, en relación con Facebook, la amistad, y
nuestra misión en la vida.
Para los que sigáis mis publicaciones en Facebook
tendréis presente mi anterior artículo en que comentaba cómo me había costado
hacerlo y lo que al respecto pensaba mi querido amigo. Y volviendo sobre ese
mismo tema, una vez ya publicado, es de donde surgió el contenido de la
conversación que ahora os comento.
Todo empezó, pues, recordando porqué no había
“compartido” sin más una foto que había recibido, y me había empeñado en hacer
algo personal al respecto. De ahí, pasamos al tema del tiempo delante del PC, y
de cómo encajaba esta realidad en mi “conveniente” (médico) plan de vida. Y
entonces yo le recordé a Fidelio que mi viaje por Facebook comenzó precisamente
por su consejo de que entrase y me moviera por esa red porque así iba a lograr
mi deseo de tener amigos y compartir cosas con ellos.
--Ya, -me dijo Fidelio- pero ahora lo que me estás
comentando y de lo que te quejas es que piensas, sientes, que ya no sigues a muchos
como lo hacías antes, y que aquellas pequeñas conversaciones que tenías con
ellos se han convertido en muchos casos en simples “me gusta”
--Pues sí, de eso me quejo -afirmé- ; me da la impresión
de que tengo muchos más amigos, pero con menor relación personal. Pero es que
no tengo tiempo para leerme todo lo que publican los demás
--Ajá -saltó mi
inquisidor- o sea, que tú no tienes tiempo para leer lo de los demás, pero sí
esperas que los demás lean todo lo que tu escribes
--Mira, viejo cascarrabias, yo no pretendo que todo el
mundo tenga que leer cada día y comentarme cada uno de los artículos que
publique; yo no me siento mal por lo que ellos hagan. Me siento mal porque
tengo el deseo, la necesidad, de vivenciar que lo que llevo dentro de mí, lo
que yo expreso, puede ser de interés. Tú sabes, viejo cascarrabias, que todo mi
empeño personal, toda la razón de mi existencia en estos años es poder “dejar
algo” a los demás; saber que cuando me muera no me van a recordar sólo por mi
nombre y apellido sino porque algo de lo que escribí, algo de lo que puse a su
disposición pudo servirles para sentirse un poco mejor consigo mismo y con los
demás
--No, si suena precioso lo que dices; tienes una labia
que engatusa a cualquiera; pero sigues y sigues hablando exclusivamente de ti,
de lo que tú quieres, de lo que tú deseas; y todavía, a lo largo de esta
conversación no te he oído ni una sola vez hablar de qué pueden querer los
demás. ¿Te has parado aunque sea un segundo a pensar que los demás pueden tener
las mismas necesidades, los mismos deseos que tú?. ¿Te has parado a pensar que
si para ti es importante escribir de política, o de música, o simplemente de
filosofía o psicología, a los demás puede bastarles con poner fotos bonitas,
vídeos de humor, vistas turísticas, ramos de flores, o simples fotos de la
alegría que viven con sus familiares y amigos?. ¿Te has puesto a pensar que
quizás esas personas obtengan su felicidad no de “tus valiosos” pensamientos
sobre cuestiones que tú crees trascendentes, sino simplemente de que les manden
un “me gusta”, o “que guapa estás”, o “qué envidia”, …porque lo que desean es
que compartas con ellos esa felicidad con la que han colocado eso en la red?
--¿Te has puesto a pensar
-¿se lo has preguntado a ellos?- si están de acuerdo, o no, con que
publiques tus escritos en sus propias páginas?; ¿te has planteado si no puede
ser un auténtico “abuso” que “por si acaso no abren tu página y no te leen”, te
van a leer “a la fuerza” en su propia página?
--Mira -siguió
bombardeándome- tienes más de 100 amigos, verdad?, y posiblemente te sentirías
suficientemente feliz si 50 de ellos cada día comentasen tu artículo, verdad?;
pues ¿por qué no comentas tú al menos una publicación de al menos 25 de tus
amigos? ; ¿por qué no te preocupas de hacerles felices con los que ellos puedan
desear y no con lo que tú creas que les puede interesar?
Etc, etc… siguió
“la batallita” durante un buen rato más….
Y pongo eso de “siguió la batallita” porque me ha venido
a la mente algo que leí hace tiempo, de
que los generales alemanes tenían que hacer un segundo informe sobre las
batallas al cabo de 24 horas de su inmediato informe porque con el tiempo y la
calma se ven las cosas con otra dimensión. No sé si esto es cierto, o no,
supongo que sí, pero la verdad es que un par de días después de tan amigable
charla con Fidelio veo la situación con variada dimensión.
Y sí, creo que -como casi siempre- los planteamientos de
mi amigo son acertados. La amistad, la empatía, requieren humildad, sencillez,
sentido de igualdad. Nada más lejos de la amistad verdadera que la vanidad de
sentirse superiores a los demás en lo que hacemos, en lo que pensamos, en
nuestra forma de tratarlos. Si queremos amor y atención tenemos que ser los que
más amor y atención demos a los otros. Si queremos la satisfacción de recibir
un gracias por lo que publicamos, tenemos que ser capaces de agradecer a los
demás lo que publican para nosotros.
Así que si sentís que no os doy el mismo grado de amistad
que vosotros me mostráis, tiradme de las orejas y hacédmelo ver.
¡¡¡Gracias amigas y amigos!!
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