Casualmente el
pasado día 5 escribí el artículo “Filosofía Barata” en el que enfrentaba lo
peyorativo que suele ir anexo a esa expresión, con lo positivo -por
consustancial a la propia naturaleza humana- de tener la libertad y habilidad
para expresar nuestras ideas en cualquier foro en que tengamos adecuada
oportunidad de hacerlo.
Pues bien, dos días después abro el correo que me había remitido
nuestro habitual colaborador Victor en que plantea unas interesantes consideraciones
sobre la (mala) forma frecuente que tenemos de comunicarnos.
Como hago
siempre con las colaboraciones de Victor, la traslado tal cual a esta entrada del
Blog. Pero esta vez, después del artículo de Victor, yo sí voy a hacer algún
comentario adicional.
Aquí tenéis su
artículo
MALA COMUNICACIÓN
Hace
unos días, grabé uno de los podcast que voy haciendo para fomentar la psicología
y el trabajo de otros profesionales. El tema estaba centrado en la comunicación
y me acompañaba un amigo de hace muchos años. Ese encuentro me hizo darme
cuenta sobre lo mal que nos comunicamos
hoy en día.
No
sé bien la razón: ¿Un abuso de las tecnologías? ¿Una mala educación general? ¿Muchos
malos ejemplos en televisión? ¿Un poco de todo? El caso es que hoy en día, nos
expresamos muy mal, tan mal, que a veces hay
que hacer un esfuerzo considerable por comprender a quien tenemos delante y
muchas veces pocos están dispuestos a hacer ese esfuerzo.
Cuando
digo que nos comunicamos mal, me refiero a que no conseguimos hacer llegar
nuestras ideas a la otra persona. No me refiero tanto a usar un lenguaje pobre
o a directamente no hablar con otros, de hecho ocurre lo contrario. En mi
opinión creo que hablamos demasiado, damos demasiadas explicaciones y no
decimos nada.
Por
ejemplo, tanto en páginas de psicología en las que se ofrece a los usuarios
preguntar gratuitamente y a los psicólogos responder a esas consultas
puntuales; y también en mi consulta privada, he percibido un aumento de
consultas de “problemas de pareja”
que lo achacan a “problemas de
comunicación”. Se comunican todos los días, hablan, discuten, debaten… pero
nunca llegan a entenderse cuando usan la herramienta más útil para
comprendernos, la comunicación.
Otro
ejemplo visible, es en política. Las charlas, ruedas de prensa, etc; podemos
ver a políticos y políticas expresar sus ideas y opiniones, pero ¿hasta qué
punto logran trasmitirlas? Dejando a un lado si lo que dicen es verdad o no, es
muy común escucharlos explicar una idea con tantos argumentos y tantas razones,
que al final nos quedamos con la sensación de que no han dicho nada y solo le
han dado vueltas a un mismo concepto cambiando las palabras.
Comunicamos a los otros la mayor parte del
tiempo. Incluso estando callados, comunicamos a los demás; el propio
silencio, nuestra postura, nuestra forma de vestir, gestos… Pero nos empeñamos
en abrir la boca y meter palabra y palabras y dar explicaciones interminables
de por qué esto y por qué lo otro, para al final no llegar a ninguna
conclusión.
Palabras
usamos muchas, pero casi no trasmitimos ideas concretas con ellas. Y eso nos
está llevando a un gasto innecesario de tiempo y energía. Además, del hecho del
que llevo hablando en estas líneas, que el resto no nos entiende.
Teniendo
en cuenta la cantidad de tecnología y oportunidades que nos permiten
comunicarnos, tiene gracia que hayamos olvidado cómo trasmitir bien nuestras
ideas.
La responsabilidad para corregir esto, es
propia personal de cada uno. Así que, la próxima vez que quieras trasmitir
una idea, pregúntate: ¿Me está entendiendo? ¿Estoy hablando demasiado? ¿Le doy
vueltas a lo mismo?
Como
creo que mi idea ya está expresada como corresponde, voy a dejar de darle
vueltas a lo mismo y a dejar que seas tú quién empiece a ser más consciente de
cómo se comunica para mejorar en ello.
Víctor Márquez Exojo
Psicólogo de la Salud –
Experto en Inteligencia Emocional
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Como dice Victor
al final de su escrito: él ya nos ha aportado sus ideas y nos anima a que
seamos cada uno el que nos planteemos nuestra actitud de comunicación habitual.
Y yo, pensando
en ello, y siendo exigente conmigo mismo al respecto en las experiencias
concretas de mis dos últimos días, creo haber sido consciente de lo siguiente:
1.
Cuando
juzgamos, u opinamos, que existe una mala comunicación es porque realmente ha
sido así. Es un hecho que debemos admitir. Pero el éxito, o no éxito, de una
comunicación depende de los tres elementos intervinientes: el emisor, el
receptor, y el mensaje en sí. Por tanto, el fallo en la comunicación puede
darse en cualquiera de los tres elementos, individualmente, o incluso en dos de
ellos o en los tres
2. La
segunda cuestión para valorar si una comunicación ha sido eficaz, o no, es
indefectiblemente doble, o incluso
cuádruple, según el siguiente cuadro
A.-
Desde la perspectiva del emisor
A1.-
¿He transmitido exactamente lo que quería, y en la forma que quería? A11.- Si
A12.- No
A2.- ¿Creo que el receptor ha captado el mensaje que quería transmitirle?
A21.- Sí = éxito
A221.- No, y lo siento; me siento mal
A222.- No, porque es “incapaz” de entenderme, y no me importa
A223.- No, pero es lo que pretendía
B.- Desde la perspectiva del receptor
B1.- ¿He comprendido lo que me han dicho?
B11.- Sí
B12.- No
B121.- Por dificultades de comprensión
B122.- Porque no he prestado atención
B2.- ¿Me hablaban de forma correcta?
B21.- Sí
B22.- No
B221.- No, porque lo que quería es que no me enterase
B222.- No, porque no atendía a lo que yo le requería
3.
¿Qué
implicaría este conjunto de posibilidades y perspectivas? : La existencia y consciencia
del “factor EMPATÍA” en ambas partes: Si no existe esta empatía la
comunicación será siempre un fracaso
Estos
intereses ocultos, individualistas (secretismo, miedos, egocentrismo,
desprecio, prepotencia, malicia, etc….) convierten la palabra no en
un medio de entendimiento entre las personas sino en auténticas armas ocultas “contra”
el otro.
4. Finalmente,
y suponiendo que no existan esas razones ocultas para no expresarnos de forma
adecuada, en cuanto al mensaje en sí, en su forma de lenguaje, tono, sencillez
o complejidad, etc….es evidente que muchísimas veces, y en todos los
estamentos, como señala Victor, la “calidad” del mensaje deja mucho que desear.
Para mí, en
definitiva, el éxito o fracaso de una comunicación está en la respuesta que
cada uno, en cada momento y situación, dé a la siguiente pregunta: “Quiero
expresarme sin más, o quiero que me entiendan y comprendan”; o con otras
palabras: “pienso en mí sólo o pienso en
el otro”.
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