EMOCIONES Y DEMENCIA



Hoy os traigo la aportación al Blog de un gran amigo y Psicólogo de la UMH.

Yo no voy a añadir nada al artículo que él ha preparado, salvo decir que me encuentro orgullosísimo de esta colaboración que responde totalmente al espíritu que me guió para la creación de este Blog.

Gracias Victor. Y vosotros, lectoras ylectores, disfrutad de sus conocimientos


Lo primero de todo es presentarme. Me llamo Víctor, soy psicólogo sanitario, experto en inteligencia emocional.

Al igual que Carlos, he dedicado años (y sigo haciéndolo) a entenderme mejor y entender al resto emocionalmente. De hecho Carlos, ha sido uno de mis mentores y quiero agradecerte que me prestes este espacio en tu rinconcito de internet.

Pasando al tema en cuestión, quiero hablaros sobre el efecto que tienen nuestras emociones y comportamiento en las personas que están afectadas por una demencia.

Hablo de demencia sobre aquellas enfermedades que deterioran nuestras funciones cognitivas. Como nuestros procesos mentales de pensamiento, razonamiento, memoria…

Tipos de demencia hay muchos, la más conocida el Alzheimer. Ya sabéis cuáles son sus efectos, una pérdida progresiva de la memoria que a lo largo del tiempo también afecta a otras funciones, como puede ser el lenguaje y la comprensión en la comunicación con otros u otras conductas motoras (caminar con dificultad, no tener control de esfínteres).

El inicio de la pérdida de las funciones cerebrales de la persona es la que especifica el tipo de demencia del que se trata, aunque conforme van avanzando se ven disminuidas el resto de las funciones. Es decir, que una demencia tipo Alzheimer tiene un inicio en una parte del cerebro y que, por ejemplo, una demencia de cuerpos de Lewy, tiene  inicio en otra parte diferente. Al principio se manifestarán con características diferentes, pero a lo largo del tiempo, conforme avancen ambas afecciones, tenderán a mostrar los mismos síntomas.
Independientemente del tipo de demencia, hay una función del cerebro que apenas se deteriora. Y es el hecho de poder reconocer cuando alguien se está portando bien con nosotros y cuando no, y los sentimientos que esto genera.

Es impresionante, ver como personas que no pueden moverse, no reconocen a nadie de su entorno, no recuerdan lo que han hecho hace un par de minutos, ni siquiera pueden controlar sus esfínteres; pero pueden saber cuándo alguien se está portando bien, o por ejemplo les hacen una gracia. Quizás ya no puedan expresar con una sonrisa o un apretón de manos que están a gusto a tu lado, pero desde luego sí que saben que acabas de darle cariño.



Esto demuestra que nuestra capacidad de sentir emociones, es tan primitiva que ni siquiera una demencia puede borrarlo de nuestra cabeza. Además, reconocen emociones. Quizás no puedan ponerle nombre, pero desde luego si pones cara muy seria de enfado, saben que algo pasa y no es bueno.

Los estudios de Edmarie Guzmán-Vélez, que dirigió una investigación sobre el tema publicada en la revista Cognitive and Behavioral Neurology, señalan la veracidad de esto. 

El estudio dice, que aunque los pacientes no puedan recordar una reciente visita de un ser querido o que no los cuidaron como era debido, esas acciones pueden tener un impacto en cómo se sienten.

Para demostrarlo el equipo de investigadores de la Universidad de Iowa mostró a 17 personas sanas y 17 con la enfermedad de Alzheimer fragmentos de películas tristes y alegres, que provocaron lágrimas y risas. Unos cinco minutos después de ver las películas, los investigadores entregaron a los participantes una prueba de memoria para ver si podían recordar lo que habían visto. Como era de esperar, estas personas retuvieron significativamente menos información sobre las películas. De hecho, cuatro eran incapaces de recordar cualquier información sobre las películas, y uno ni siquiera se acordaba de haber visto alguna película. Sin embargo, fueron capaces de tener un sentimiento sostenido de alegría o tristeza hasta por un periodo de 30 minutos después de haber visto la película, más allá de la capacidad de su memoria para recordar qué es lo que le causó esa emoción.

Por eso, algo que tiene que quedar claro es que, aunque no te reconozcan, saben si los tratas bien o los tratas mal. Saben si están tristes o alegres aunque no puedan recordar el por qué.

Imagínalo de esta forma: Imagina que la demencia es un proceso en el que retrocedes mentalmente, como si volvieras poco a poco a ser como un bebé recién nacido (bastante grande de tamaño), que no sabe nada y depende de los adultos para todo. Y, quitando la capacidad de aprendizaje con la que vienen en su repertorio de habilidades los bebés, la otra cosa con la que vienen es saber cuándo alguien les trata bien o no. Si le tratas mal, suele llorar y sentirse incómodo a tu lado, pero si lo tratas bien te dedica sonrisas y te pide que lo cojas alargando los bracitos. Pues la persona con una demencia avanzada lo mismo, también va a sentirse más cómodo si te portas bien con él que si no lo haces.

El hecho de que pasados dos minutos no puedan recordar tu interacción con ellos, no nos puede servir como excusa para descargar ciertas tensiones hacia ellos, porque ese momento en el que has descargado tu frustración, les afecta. Cierto que no lo van a recordar, cierto que no te van a pedir explicaciones de por qué les dijiste eso, pero les afecta. Y si ocurre en ocasiones puntuales no va a tener un efecto negativo, pero si eso se repite todos los días, cada vez que interactuamos con ellos, entonces, estamos contribuyendo a un “acelerón” de la enfermedad, por generarles sentimientos de malestar, y a estas alturas es sabido, que mantener sentimientos que nos producen malestar durante periodos largos, influyen en el mal pronóstico de enfermedades, incluyendo las demencias.

Por lo tanto, ya que estas personas sí pueden reconocer cuando les damos cariño y cuando no. Sí que pueden experimentar emociones como la alegría o la tristeza. Y ya que nosotros tenemos capacidad de elegir cómo comportarnos con ellos, por lo menos hagámoslo de manera que les facilitemos el acceso a sentir una pequeña dosis de alegría.

Víctor Márquez Exojo
Psicólogo de la Salud – Experto en Inteligencia Emocional


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Hasta aquí el artículo de Victor.
Si queréis contactar con él, o ver su Blog ("No sin mi diván"), pinchar aquí













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