ENCONTRÉ UN TESORO EN CASA



Me gusta mucho leer. No sé cuántos cientos de libros habré leído. Tengo una biblioteca amplia con libros de muy diverso estilo. 

Dicen que un libro es un gran amigo, y el mejor antídoto contra el sentimiento melancólico de la soledad. Para mí, sin duda, ha sido siempre, y sigue siéndolo, la principal fuente de formación que tengo. 

¿Y por qué digo esto?.  Alguna vez ya he comentado que “los libros no se escriben, …los libros se leen”; con lo que quiero decir que el autor del libro escribió, una vez, y en un momento dado, lo que él literariamente creó, pero cada una de las personas que leyeron ese libro, en cada diferente situación y momento vital, percibieron, sintieron, y sacaron vivencias y enseñanzas absolutamente particulares. Por eso digo que cada vez que leemos un libro, leemos un libro nuevo: estamos leyendo el libro de nuestra propia vida; porque no cabe duda que lo que interioricemos de ese libro, lo que sintamos, es un nuevo renglón que escribiremos en el guión de nuestra vida.

Evidentemente que hay libros que más bien son solo de distracción y entretenimiento, y está muy bien que así sea. No podemos pasarnos el 100% de nuestros días pensando y pensando, filosofando y filosofando, “exigiéndonos”  crecer interiormente. La vida no hay que complicarla más allá de lo complicada que es en sí misma. Pero esto no es óbice para que valoremos en su justa medida todo lo que una “buena lectura” (no un buen escrito) nos puede aportar.

Por eso el título de este artículo: porque -durante los días que ha durado su lectura- he sentido que el libro que tenía en mis manos era un verdadero tesoro para mí.

En los últimos años había centrado mucho mi compra de libros en el campo de la gestión emocional, pues estaba profesionalmente muy entregado a ese tema. Ante un parón de esta exigencia he ido comprando pequeños libros de “expansión” que, aunque hayan cumplido más o menos el objetivo, no me han llenado en absoluto. Ante este cierto vacío, hace unos días pasé mi mirada por una de esas colecciones de libros antiguos que tiene uno en casa bastante olvidados, y el destino quiso que posase la vista sobre “Soy la madre”, de Carmen Conde, Premio Ateneo de Sevilla, de 1980. (ISBN:84-320-5531-X)

Esta novela me ha impactado como hacía tiempo que no lo sentía, y el impacto ha sido llenarme hasta desbordarme de la sensación de belleza y humanidad. 

Literariamente es una novela escrita con un estilo único. La acción es trepidante, con saltos cortos y rápidos de un lugar a otro, de un personaje a otro, de una situación a otra, pero en un entronque lógico y armónico sin fisura alguna. Y hasta las descripciones (imprescindibles en cualquier libro para llevar al lector al marco del contexto) no son puras descripciones “físicas” sino emocionales; no se describen los escenarios, las personas, las circunstancias como si alguien simplemente las viera, sino que se describen siempre desde la perspectiva emocional del personaje que las vive.

La historia, con epicentro en el dilema de ser madre o mujer, es un planteamiento continuo de la lucha entre amor y odio, entre entrega y egoísmo, entre desesperanza y confianza. En definitiva, un maravilloso compendio de pasiones humanas, de vida real, en cada una de las situaciones de los diferentes personajes.

Es imposible no identificarse, no comprender, cada una de las situaciones y emociones descritas. Todo es tan natural (a la vez que fuerte y extremo) que todos podemos encontrar en nuestro interior una reacción a lo que vamos leyendo

Os aconsejo que leáis el libro despacio. Procurad que la emoción del relato no os lleve a correr “para saber qué va a pasar”. Os aseguro que la primera decisión que he tomado tras acabar el libro es que lo voy a volver a leer de inmediato, despacio, deteniéndome para “regodearme”, para extasiarme, de la riqueza descriptiva de cientos y cientos de frases del libro. Cada frase es una posibilidad de cuestionamiento propio. De sutiliza expresiva de dudas y sentimientos. Es un verdadero placer.

-.-.-.-

Y lo principal de todo lo que he escrito, no es tanto lo que comento del libro, sino el que yo haya tenido consciencia de que estaba siendo feliz leyendo el libro, y que desee transmitir esa felicidad a quienes me podáis leer. Porque esto, el querer compartir con otros nuestros estados de alegría y bienestar, es lo que puede ir haciéndonos sentir a los demás también felices y contentos. ¿Por qué tenemos tanta facilidad para contar solo nuestros malestares y quejas?

¡¡Sed felices!!





7 comentarios:

  1. Como yo soy una gran lectora desde muy pequeña, intentaré encontrarlo y leerlo. Me has metido el gusanillo en el cuerpo. Tengo pocos momentos para mi......pero no perdono mi rato de lectura diario.

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  2. Quién te iba a decir que algo tan olvidado y a la vez tan cercano podría guardar ese tesoro en su interior. Sólo estaba esperando el momento de que os cruzárais de nuevo.
    Nunca es tarde.
    Me alegro.

    Borja

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  3. A veces nos acostumbramos a fijar la vista en lo nuevo, en lo q está recién expuesto o en una mesa de "Novedades" del Corte Inglé, y nos olvidamos de los viajecitos con polvo q están en una estantería je je. Uno de mis paseos favoritos es el domingo ir al rastro de Madrid y pararme en los puestos de libros antiguos, es una maravilla!! A ver si voy un día y encuentro del que has hablado!!

    Me gusta el comentario del Anónimo: esperando el momento de q os cruzarais de nuevo. Nunca es tarde!

    A veces forzamos las situaciones para q todo vaya más deprisa y encontrar lo que queremos más rápido. Sólo hay que dejarlo fluir...dejarlo ir para que vuelva o no.

    Bueno nada más. Ser felices.

    D.

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  4. ¡¡Curioso lo que ha producido este libro!!, una novela más, y sin embargo una gran emocionalidad, la publicación en el blog, y ahora tres comentarios por tres personas que pudieran estar dibujando un triángulo de pensamientos y consideraciones, en realidad sobre cuatro personas y una situación.
    Y la pregunta que puede surgir es: ¿en qué está pensando cada uno?, ¿desde las mismas perspectivas?, ¿con los mismos sueños e ilusiones?, ¿lo que no está a nuestro lado, está olvidado, o está apartado?
    En todo caso, gracias a los tres por aportar lo que pensáis

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