¿QUÉ ES BUENO?, ¿QUÉ ES MALO?, ¿TODO ES MALO?, ¿TODO ES BUENO?



Voy a trasladar a continuación prácticamente la totalidad del artículo (remitido por nuestra fiel lectora MCLI) publicado el lunes 16 de junio de 2014, en “Tener Salud” tenersalud@saludnutricionbienestar.com bajo el título de “¿QUIERE EVITAR EL RIESGO DE ROMPERSE COMO SI FUERA DE CRISTAL?
Y, al final del mismo, simplemente plentearé un par de preguntas que yo me hice (y comenté con mi amigo Fidelio) sobre el tema


La idea de que el calcio que consumimos se fija en los huesos es uno de los mitos más arraigados y peligrosos que existen en el campo de la salud. 

En realidad, el calcio alimenticio no tiene ningún motivo para querer penetrar en los huesos…


Lo que hace, y muy a menudo, es mucho más sencillo: entra en la sangre y se deposita en las arterias. Allí se une al colesterol, a las plaquetas sanguíneas y a otros compuestos para formar una placa cada vez más rígida y gruesa a la que llamamos “ateroma” o “placa de ateroma”.
Cuando esta placa se expande, las arterias se vuelven (casi) tan rígidas como la caliza y usted parecerá, ojo al dato, ¡un arrecife de coral andante!

El cardiólogo le dirá que tiene arterioesclerosis y que puede morir de un infarto o de un ictus o accidente cerebrovascular en cualquier momento (lo que será cierto).
Le impondrá seguir una dieta aburrida a base de verduras cocidas y cereales integrales sin materia grasa, así como también tomar comprimidos de estatinas que producen dolores musculares y pérdida de memoria. 
También le dirá que haga deporte, lo que es extremadamente doloroso cuando se tienen las arterias “tocadas”. Y todo ello sin tener la mínima garantía de que sus problemas se solucionarán. Todo lo contrario; por lo general dicha dieta desembocará, tarde o temprano, en un bypass coronario, el implante de una endoprótesis y, posteriormente, la muerte.
Y lo que es peor, durante ese tiempo los huesos estarían perdiendo más y más calcio, lo que los debilitan (osteopenia), volviéndolos después porosos (osteoporosis). Al menor golpe, corren el riesgo de romperse como un vaso de cristal en la zona de la muñeca o el cuello del fémur.
Por tanto resulta fundamental actuar lo antes posible para que el calcio alimenticio se redirija hacia el lugar adecuado. En otras palabras: que vaya a los huesos, y no a las arterias. 
Para entender cómo se puede evitar este terrible fenómeno, hace falta en primer lugar que le recuerde algunas ideas básicas que debe conocer sobre los huesos.
Nociones básicas sobre los huesos
Los huesos están formados por una matriz (es decir, una estructura) de colágeno sobre la que se fijan minerales. Piense en el hormigón armado: los hierros representan el colágeno y el hormigón representa los minerales.
El colágeno proporciona a los huesos flexibilidad. Los minerales (calcio, magnesio, fósforo, silicio) proporcionan solidez. Sin la estructura de colágeno, que es flexible, nuestros huesos se romperían fácilmente. 

En el caso de las mujeres, las hormonas femeninas (los estrógenos) son las que controlan la actividad de las osteoclastas. Durante la menopausia, el descenso del nivel de estrógenos puede generar problemas: las osteoclastas se activan demasiado, destruyen demasiadas células óseas y los huesos se empiezan a parecer a las esponjas, llenos de pequeños agujeros.
La progesterona, otra hormona femenina, ayuda a producir nuevas células óseas, que llamamos osteoblastas, para llenar los agujeros creados por la reabsorción de las células viejas. Pero cuando se deja de ovular, la producción de progesterona ovárica cesa por completo, por lo que las osteoblastas funcionan entonces peor

Para frenar la pérdida ósea, los médicos recomiendan a las mujeres consumir más productos lácteos, que son ricos en calcio, y tomar suplementos de calcio. Pero este calcio que contienen los alimentos o consumido en forma de suplemento alimenticio corre el peligro de depositarse en las arterias, como ya hemos visto, aunque también en los demás tejidos, provocando rigidez articular, cálculos renales (piedras en el riñón), cálculos biliares, y muchos otros problemas de salud.

La indispensable vitamina D
Tras haberse concienciado del problema, numerosos médicos recomiendan hoy en día tomar vitamina D para ayudar a asimilar el calcio.
Se trata de un paso en la buena dirección, ya que la vitamina D interviene ayudando al calcio y al fósforo a ser absorbidos por el intestino. Sin la vitamina D, después de haber recorrido el tubo digestivo, se irían directamente por el retrete…

Pero la acción de la vitamina D es doblemente importante, ya que además de ayudar al intestino a absorber el calcio y el fósforo, ayuda a los riñones a deshacerse de ellos, bajo los efectos de la hormona PTH (que es la hormona paratiroidea o parathormona, producida por las glándulas paratiroides y que regula la homeostasis del calcio y el fósforo). 
Fíjese sin embargo que esta segunda función es fundamental, ya que unas concentraciones demasiado altas en la sangre de fósforo y calcio de forma simultánea pueden provocar la formación de fosfatos de calcio, cristales que podrían obstruir los capilares (mini vasos sanguíneos que irrigan órganos y tejidos).

El problema entonces es el siguiente: una vez que el calcio ha pasado a la sangre gracias a la vitamina D, ¿qué hay que hacer para que no sea eliminado por los riñones (desapareciendo después con la orina), ni depositado en los tejidos, en particular en las arterias, sino para que de verdad se fije en los huesos?

Pues bien, la solución está en tomar, a la vez que calcio y vitamina D, vitamina K2.

La vitamina secreta que lleva el calcio a los huesos
La vitamina K2 es un cofactor que regula la unión de la osteocalcina con la hidroxiapatita, lo que da mayor solidez al hueso. La osteocalcina es una proteína producida por los osteoblastos encargados de regenerar el hueso.

No se olvide del resto de “ladrillos” necesarios para la construcción de los huesos 

Aún así, deberá tener cuidado, porque para funcionar bien la vitamina K2 requiere un nivel adecuado de magnesio, silicio, ácido graso omega-3 y elementos esenciales (zinc, cobre y oligoelementos) que forman parte de la composición química de los huesos.

  •  el magnesio se encuentra en gran cantidad en el trigo sarraceno, las almendras y el chocolate negro (recomiendo el chocolate con un 70% mínimo de cacao).
  • la vitamina C, en las frutas y verduras frescas.
  •  el silicio se encuentra en la cola de caballo y la ortiga (esta solución se vende en tiendas ecológicas), así como en los pimientos, la alfalfa, la avena y los tomates.
  • los omegas-3 en los pescados azules, el aceite de coco, la verdolaga y los huevos de pollos alimentados con semillas de linaza.
  • los oligoelementos en el agua mineral.

Observe también que la K de la vitamina K2 procede de Koagulation (coagulación en danés, como homenaje al primer científico que habló de ella, que era de nacionalidad danesa), ya que coagula la sangre. Por eso, las personas que siguen un tratamiento con anticoagulantes (sintrón) no deben tomar entonces suplementos de vitamina K2.

Tire y empuje de sus huesos
Por último, es fundamental hacer ejercicio físico, es decir, ejercer tensión y presión sobre nuestros huesos. Porque los huesos, al igual que los músculos, se endurecen cuando se los somete a ejercicio regular. De esta manera, correr refuerza los huesos, mientras que nadar no tiene ningún efecto. Y cuando se está tirado en el sofá, los huesos se debilitan.



Después de leer todo el artículo ¿alguien tiene una idea clara de qué es bueno, y qué es malo, y cómo se puede encontrar el equilibrio?.

Planteaba yo estos temas a mi amigo Fidelio quien, tras leer el artículo, y oir mis dudas, me miró y me preguntó: ¿y tú no sabes encontrar respuesta?, ¿no escuchas a tu cuerpo?, ¿no te das cuenta de lo que te va mostrando en el día a día en base simplemente a tu sensación de bien-estar o mal-estar?

Realmente su observación quizás no sea demasiado científica desde el plano estricto médico del artículo en cuestión, pero me hizo reflexionar y darme cuenta que tenía toda la razón, y que yo sé muy bien qué me sienta bien y qué me sienta mal de lo que como, de lo que bebo, del ejercicio que hago o no hago, y de lo que siento y de lo que pienso. Si honradamente escucho a mi cuerpo, él me va indicando el camino a seguir.

2 comentarios:

  1. Begoña Sáenz14/8/14, 0:30

    Una muy buena reflexión que todo el mundo se debería hacer. Escuchar al propio cuerpo. Y cuidarlo. Tengo 42 años, Fibromialgia, una hernia en las cervicales, otra en las lumbares, principio de artrosis en rodilla y caderas....sé de lo que hablo. He cambiado mis hábitos alimenticios y he mejorado y fué mi reumatologo el que me lo dijo. Gracias a Dios hay médicos que no sólo piensan en atiborrar a sus pacientes de pastillas para los dolores.

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    1. Pues despues de ese 50% de aportación a tu mejoría en base al cambio en la alimentación, ahora a lograr el otro 50% en base al cambio mental y emocional

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